HH 30: El nacimiento de una estrella bajo la mirada del James Webb

This new NASA/ESA/CSA James Webb Space Telescope Picture of the Month presents HH 30 in unprecedented resolution. This target is an edge-on protoplanetary disc that is surrounded by jets and a disc wind, and is located in the dark cloud LDN 1551 in the Taurus Molecular Cloud.  Herbig-Haro objects are small nebulae found in star formation regions, marking the locations where gas outflowing from young stars is heated into luminescence by shockwaves. HH 30 is an example of where this outflowing gas takes the form of a narrow jet. The source star is located on one end of the jet, hidden behind an edge-on protoplanetary disc that the star is illuminating. HH 30 is of particular interest to astronomers. In fact, the HH 30 disc is considered the prototype of an edge-on disc, thanks to its early discovery with the NASA/ESA Hubble Space Telescope. Discs seen from this view are a unique laboratory to study the settling and drift of dust grains. An international team of astronomers have used Webb to investigate the target in unprecedented detail. By combining Webb’s observations with those from the Hubble Space Telescope and the Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA), the team was able to study the multiwavelength disc appearance of the system.  The long-wavelength data from ALMA trace the location of millimetre-sized dust grains, which are found in a narrow region in the central plane of the disc. The shorter-wavelength infrared data from Webb reveal the distribution of smaller dust grains. These grains are only one millionth of a metre across — about the size of a single bacterium. While the large dust grains are concentrated in the densest parts of the disc, the small grains are much more widespread. These Webb observations were taken as part of the Webb GO programme #2562 (PI F. Ménard, K. Stapelfeldt), which aims to understand how dust evolves in edge-on discs like HH 30. Combined with the keen radio-wavelength eyes of ALMA, these observations show th

El universo es un laboratorio natural en constante evolución, y gracias a los avances tecnológicos, la humanidad tiene ahora la capacidad de observar directamente algunos de sus procesos más fundamentales. Uno de los logros más recientes y destacados en este sentido ha sido alcanzado por el Telescopio Espacial James Webb (JWST), que ha capturado una imagen asombrosamente detallada del nacimiento de una estrella: HH 30, ubicada a tan solo 477 años luz de la Tierra, en la constelación de Tauro.

Esta observación no solo representa un hito visual, sino también un aporte clave al estudio de la formación estelar y planetaria, dos de los fenómenos más esenciales y complejos de la astrofísica moderna. A través de una combinación de imágenes infrarrojas y datos complementarios del telescopio ALMA, los astrónomos ahora pueden analizar el entorno de HH 30 con un nivel de detalle sin precedentes.

HH 30: una estrella en pleno proceso de formación

HH 30 es una estrella joven, aún en fase de acreción, es decir, acumulando masa a partir del material que la rodea. En la imagen captada por el James Webb, destaca un disco protoplanetario visto de canto, lo que permite apreciar claramente su estructura en el plano de la eclíptica. Este disco está compuesto por gas y polvo interestelar, los mismos materiales que eventualmente podrían consolidarse en cuerpos planetarios.

Lo que hace aún más impresionante esta imagen es la dinámica que ocurre alrededor del disco. Se observan vientos de disco y chorros bipolares, representados en tonos anaranjados, que emergen del sistema en formación. Estos vientos son impulsados por la energía liberada cuando el gas cae hacia la estrella en crecimiento, generando un proceso violento pero fundamental para el equilibrio del sistema.

La luz azulada: el despertar de la fusión nuclear

Uno de los elementos más reveladores de la imagen es la presencia de emisiones azuladas. Estos colores representan gases expulsados por la estrella recién nacida, una vez que se ha iniciado la fusión nuclear en su núcleo. Este proceso marca el verdadero comienzo de la vida estelar, y los vientos resultantes interactúan con el entorno inmediato, generando ondas de choque que ionizan el gas y el polvo. Este fenómeno produce luz tanto en el espectro visible como en el infrarrojo, la cual ha sido captada con exquisita precisión por los sensores del James Webb.

Evidencia de formación planetaria: el papel de ALMA

El Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA), ubicado en el desierto de Atacama en Chile, ha complementado las observaciones del James Webb con una especialidad única: la detección de granos de polvo de tamaño milimétrico. Gracias a su capacidad de alta resolución en longitudes de onda submilimétricas, ALMA ha permitido confirmar que el polvo dentro del disco de HH 30 se concentra en su plano medio, una observación consistente con los modelos actuales de formación planetaria por sedimentación.

Este proceso es clave para entender cómo nacen los planetas: las partículas de polvo colisionan, se agrupan y forman cuerpos cada vez más grandes, dando origen a planetesimales y, eventualmente, a planetas.

Chorros bipolares: la firma magnética del nacimiento estelar

Uno de los aspectos más llamativos de esta imagen es el chorro de gas perpendicular al disco, visible en un ángulo de 90 grados. Esta estructura bipolar está compuesta por materia que, en lugar de caer directamente hacia la estrella, es redireccionada por los campos magnéticos hacia los polos y expulsada en direcciones opuestas. Estos chorros son una característica común en estrellas jóvenes y ofrecen información crítica sobre el papel que juegan los campos magnéticos en la regulación del crecimiento estelar.

Un laboratorio natural del universo

La imagen de HH 30 capturada por el James Webb y analizada en conjunto con ALMA representa una ventana directa al nacimiento de los sistemas estelares. Este tipo de observaciones no solo son visualmente impresionantes, sino que también son fundamentales para validar y refinar los modelos teóricos de formación estelar y planetaria.

Gracias a estos instrumentos de última generación, los astrónomos pueden observar con claridad cómo el gas y el polvo se organizan, interactúan y evolucionan hasta formar estrellas y planetas. En el caso de HH 30, el universo nos ha ofrecido una escena que, además de hermosa, es profundamente reveladora: un sistema solar en construcción.

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