Cuando te encuentras en un cuarto oscuro y cierras los ojos, ¿realmente es color negro lo que ves?… ¡No lo es! Se trata de un color gris oscuro con algunos matices hacia otros colores, que algunos han descrito como violetas o azulados.
Este color tiene un nombre, y se trata del Eigengrau. Es la prueba más fascinante (y filosófica, tal vez), de que nuestro sistema visual nunca descansa, aunque nosotros sí lo estemos haciendo.
Hay bastantes cosas detrás de esta palabra Eigengrau. Pero, vayamos poco a poco.
El origen del término.
Eigengrau viene del idioma alemán. Se compone de “Eigen” que significa propio o intrínseco; y “grau“, que quiere decir gris. En suma, Eigengrau nos hace referirnos a un color gris intrínseco, es decir, que se genera en cada persona.
La persona que introdujo el estudio de este color y lo hizo parte de su legado fue Gustav Theodor Fechner, el padre de la psicofísica, quien lo publicó desde 1860 en su libro “Elemente der Psychophysik” (Elementos de Psicofísica). Es decir ¡desde el siglo XX, algo tan cotidiano tiene un nombre e historia detrás!

Gustav Fechner: Padre de la Psicofísica (técnicas para medir la mente).
Pero, ¿qué tan gris es ese gris? ¡Veámoslo de forma simple!
Para aquellos que están acostumbrados a trabajar con paletas de colores, como PANTONE, HEX, HTML, entre otras, el Eigengrau se representa con el código #16161d. Para comparar, sabemos que el color negro se representa con el #000000. De manera más visual, el Eigengrau luce de la siguiente manera:

A simple vista, quizá te parezca tan oscuro que se parece mucho al color negro. Sin embargo, el contraste es mucho mayor cuando lo comparamos realmente con este color, como a continuación:

Ahora sí, se ha vuelto mucho más notorio, ¿verdad? Pero, ¿te preguntas por qué lo percibimos de esta manera, cuando se supone que, al cerrar los ojos, ya no deberíamos ver nada? ¡Te lo cuento!
El Eigengrau es “producido” por nuestro cerebro.
Recuerda que todo lo que podemos observar es gracias a que nuestro organismo se encuentra constantemente “traduciendo” la luz visible (fotones) que llega a nuestros ojos, en imágenes que podamos comprender. Para esto, en nuestros ojos (en la retina, para ser precisos) existen células fotorreceptoras, que son los bastones y conos. Estas células no se quedan quietas, sino que producen pequeños impulsos o descargas eléctricas de manera espontánea y aleatoria. Estas señales se transmiten al cerebro, y este las interpreta como que existe un “fondo visual” leve, pero presente, en lugar de un vacío negro.
En este fondo visual, también aparecen de pronto algunos destellos de otros colores, sin forma, o quizá como patrones geométricos, por momentos. Y cerrando los ojos, si les aplicamos fuerza, estos destellos se multiplican. Esto es más parecido al “ruido” visual, y también lo generan estos impulsos eléctricos aleatorios que están siempre llegando al cerebro. El Eigengrau es sólo el tono que apreciamos “de fondo” a este ruido.

Pero, vamos. A todo esto, ¿tiene alguna función el hecho que nuestro cerebro decida no “apagar” todo este sistema visual, nunca? ¡Sí!
La función del Eigengrau.
Por increíble que parezca, se trata de una ventaja evolutiva impresionante.
Estar percibiendo un fondo grisáceo (y un poco granulado, por el ruido) facilita que notemos variaciones de luz, aunque sean mínimas. Es como cuando una televisión se encuentra estática en lugar de apagada: si existen cambios, se notan de inmediato.
Teniendo eso en mente, imaginemos a un ser humano primitivo dentro de una cueva oscura. Gracias al Eigengrau de fondo, nuestro humano podía percibir con facilidad el brillo de la Luna filtrándose, o el brillo de los ojos de un depredador, todo porque su retina permanecía activa. Esto le permitía hacer una diferencia entre cazar y ser cazado, al darle el tiempo necesario para reaccionar.
Pero, hoy día no hacemos cacerías… sin embargo, la presencia del Eigengrau nos sigue ayudando. Contar con estímulos visuales constantes actúa como un “pacificador” para nuestra mente. En ausencia de estímulos, es común la aparición de alucinaciones. Y es de esto de lo que nuestros ojos nos protegen al mantener funcionando el sistema visual todo el tiempo.
Así que, ¡ya lo sabes! El Eigengrau es el color que ya observabas todos los días, pero que, tal vez, apenas descubriste cómo se llamaba. Siendo un poco más filosóficos, este fue el primer color que ya observabas al nacer. Y también será el último color que veamos. Al menos, mientras nuestro sistema visual decide apagarse, ahora sí para siempre.

Fechner, G. T. (1860/1889). Elementos de la psicofísica (G. B. Buendia, Trad.). Calaméo. https://www.calameo.com/read/004537935cf504a7d9f85